martes, 28 de junio de 2011

Entre los libros

Creo que paso demasiadas horas en la biblioteca últimamente. Se conoce que he sido un chico malo durante este último cuatrimestre, y ahora estoy pagando las consecuencias de mis bandazos, mis desmarques (estaba empezando a dejarme llevar por el síndrome de Willy Fog, a nivel nacional), mis salidas, mis entradas y mis momentos de… “Hoy ya es muy tarde, un ratito de facebook y a la cama. Ya mañana…” con 5 líneas de puntos suspensivos.

La historia es que 9 horas diarias de biblioteca dan para mucho. Para empezar, después de una semana ya empiezas a conocerte a los adictos a las libreras, incluso con algunos empiezas a saludarte cuando te los cruzas (lo típico de “noches de borrachera que unen más que años de relación” pero aplicado al estudio). A las dos semanas puedes llegar a saber cuándo alguien tiene examen al día siguiente con sólo mirarlo a la cara. Esos ojos desencajados, ese pelo excesivamente desordenado, esa media sonrisa de “estoy a punto de matar a alguien”… no hay duda, mañana tiene examen. Y si encima percibes ese estado más tarde de las 11 de la noche, puedes afirmar sin lugar a dudas que no se ha estudiado ni la mitad del temario.

Pero si llegas a ese nivel cuando llevas unas semanas, al mes y medio alcanzas un nivel extrasensorial de conocimiento del estado anímico de cualquier humano universitario medio. Sabes quién está pensando en su vida, quién está allí de acompañante, quién ha ido a ligar, quién está a punto de recoger las cosas y salir por patas con cara de dignidad… y lo más importante, eres completamente capaz de percibir a tu alrededor cuándo alguien está a punto de soltar el típico… “¿un descansito?” sin ni siquiera mirar a la persona. Es algo que se palpa en el ambiente, y todos estamos obligados por un compromiso ancestral nunca escrito a cumplir con nuestro amigo y decir “¡si, por favor!” a pesar de que hayamos estado toda la tarde sin hacer nada y 3 minutos antes del momento nos haya soplado la musa y hayamos encontrado la concentración suficiente para dejar de mirar a nuestro amor de biblioteca y centrarnos en los apuntes, esos que llevan todo el tiempo mofándose de nuestra cara de encoñor.

Y es que no sé lo que tendrá la biblioteca, que es atravesar esas puertas y automáticamente todos tiramos el listón por los suelos y nos embobamos con el o la primera que pasa. En menos de 5 minutos eres capaz de enamorarte, confeccionar perfectamente la vida ideal con el afortunado/a, darte cuenta de que pasa de ti, desenamorarte y fijarte en otro/otra. Es maravilloso.

Así, entre enamoramientos, marcajes, descansos, reflexiones filosóficas y estudio (del comportamiento humano, por supuesto), de repente miras la hora y… plafff! ¿dónde se han metido las 4 horas en las que me pensaba terminar este capítulo?... entre unas cosas y otras terminas pasando en la biblioteca 3 horas más de las que tenías planteadas. Y tú, tan feliz, en vez de centrarte, te pones a buscar al nuevo amor de tu vida, o te bajas un ratito a tomarte un café de máquina, de esos que saben a cartón-piedra.

En fin… todo sea por aprobar lo suficiente para ser becarios el año que viene!


2 comentarios:

  1. Viendo esto, te voy a hacer una proposición indecente en cuanto recoja los platos de la comida, jaja

    ResponderEliminar
  2. Jajajajaja! Pero si yo soy muy formal, todo esto me viene de oídas... xDDDD

    ResponderEliminar